Erik Gandini filmó en el año 2015 un documental titulado: La Teoría Sueca del Amor *. En una parte de esta película se cuenta que en Suecia, una de cada dos personas viven solas y se detalla también otro dato estadístico que se nos antoja tan frío como escalofriante: una de cada cuatro personas mueren en soledad.
La socialdemocracia sueca actual ha creado dentro de uno de sus ministerios de gobierno, la sede central de una agencia que se ocupa de las personas que han fallecido solas, aquellas a las que nadie ha echado en falta. Casi toda una Dirección General con funcionarios a tiempo completo que se encargan de localizar a los familiares, amigos o allegados de personas que pasaron sus últimos días y sus últimas horas en soledad y a los que nadie reclamó una vez muertos. Recogen pistas, rastrean movimientos en cuentas bancarias, acumulan pruebas, recuperan objetos e indicios de las casas vacías en las que alguien abandonó este mundo sin hablar con nadie, atravesando la última frontera vital desde el más profundo de los silencios.
En la Comunidad de Madrid **, se viene desarrollando desde hace pocos meses, una propuesta piloto que se asemeja a una brigada de personas dedicadas a detectar de manera voluntaria aquellos vecinos y vecinas que viven solos en sus docimicilios, “Son informantes clave, tienen un conocimiento muy auténtico de lo que sucede y nos ayudan a identificar a personas y a informar sobre los recursos disponibles”. En barrios como el de Chamberí y Tetuán, quiosqueros, fruteros, farmacéuticos, profesionales voluntarios de comercios que tejen redes sociales de cercanía y conocimiento de los barrios, activan la búsqueda de personas en soledad y se convierten en exploradores de pisos en los que personas mayores sobre todo, habitan meses y meses sin hablar con nadie, sin que suene el teléfono, sin que alguien pulse el timbre del portal ni tan siquiera para equivocarse en la entrega de una carta del banco o un certificado de correos.
Desde Enero del año 2018, en el Reino Unido, existe un Ministerio de la Soledad, dirigido por Tracey Crouch, la ministra británica de la soledad. “Para demasiadas personas, la soledad es la triste realidad de la vida moderna”, ha llegado a decir Theresa May, primera ministra anglosajona.
En Marzo de 2018, falleció en Estados Unidos, John Cacioppo, el que hasta ese momento había sido director del Centro Cognitivo de Neurociencia Social de la Universidad de Chicago. Nos dejó como legado uno de las investigaciones más precisas y de mayor carácter científico que se han realizado en los últimos tiempos sobre la soledad. En uno de sus libros***, Cacioppo define la soledad como la experiencia subjetiva conocida como soledad. Para medir el nivel de soledad de una persona, trabaja con la plantilla escala de la Soledad de la Universidad de California, un formulario compuesto por 20 preguntas, entre las que se incorporan cuestiones como las siguientes: ¿Con qué frecuencia encuentras compañía cuando lo deseas?, ó, ¿Con qué frecuencia sientes que nadie realmente te conoce bien? Estas dos son parte de las veinte preguntas que evalúan el peso de soledad que carga cualquier persona que acceda a responder estas cuestiones.
John Cacioppo compara las consecuencias de la soledad con las mismas que puede desdarrollar una persona con obesidad, o que fume quince cigarrillos al día, o que lleve una vida extremadamente sedentaria. Es decir, según este neurociencieólogo social, la soledad acaba con tantas vidas como el tabaco, la obesidad o la falta de actividad física.
No es nuestro cometido reseñar aquí de manera crítica la obra de este científico norteamericano pero sí recuperar alguna de sus interesantes conclusiones acerca del que, según muchos evaluadores, profesionales e investigadores en ciencias y servicios sociales es la epidemia del siglo XXI. Nos quedamos con una. Según este investigador, las personas solas actuarían como animales indefensos, que se encuentran fuera de su grupo social, de su tribu, de su colectivo, y por esa razón, se colocan en modo de “autopreservación”, es decir, generan miedos, sospechas, suposiciones, todo tipo de respuestas humanas ante un mundo del que se sienten desprendidas, alejadas.
En nuestras sociedades, con esta perspectiva poco halagüeña de futuros o presentes seres solitarios, que vivimos o viviremos en soledad, sobre todo dentro del colectivo de personas mayores, en casas a las que no llegan cartas, en domicilios a los que nadie llama por teléfono, la vigilancia de personas en soledad es una exigencia social, un deber mayúsculo, sobre todo para que nadie se sienta excluido de esta vida en comunidad de la que todas participamos.
* “La Teoría sueca del amor. El secreto de la felicidad”, Erik Gandini, 2015.
** “Confidentes contra la soledad”, Gloria Rodríguez-Pina, EL PAIS, 17-10-2018.
*** “Loneliness. Human Nature and the need for social conection”, John Cacioppo and William Patrick, WW Norton & Company, New York, 2008