En la oscarizada y reconocida La La Land, Sebastian, clara referencia nominal al gran Bach, un pianista de Jazz, le explica a Mia, una aspirante a actriz, en uno de sus primeros encuentros, por qué es tan mágica esa música nacida en Nueva Orleans que a ella no le gusta. Le habla de la conjunción de contrarios, de la dialéctica de exponerse y encontrarse y de cómo entran en conflicto armonizador el trompetista, el baterista y el bajo, para ser acompañados por un saxo tenor que explora un nuevo mundo de sensaciones a partir de los primeros.
Nicolás Parra, apunta lo siguiente, también en una pieza al hilo de esta película:
«El jazz es una música que liga los opuestos y les permite convivir armónicamente, como el futuro y el pasado, en un instante mágico con una pizca de esperanza que nos permite levitar y otra pizca de realidad que nos hace gravitar hacia lo concreto y existencial de la vida: su posibilidad de ser algo nuevo cada vez.» **
Desprendida y en manos de otras disciplinas, pero no arrinconada para el cosmos musical, la palabra acompañamiento se va incorporando a las ciencias sociales, al oficio de pedagogos y trabajadores sociales, sobre todo en la Francia de finales de los años ochenta del pasado siglo. Y así, el acompañar, el ejercitado de la compañía, se convierte en una de las fórmulas más eficaces para conseguir la inclusión social de colectivos excluidos. En 1996, Susanne Bruyelles escribe:
«Acompañar es dejarse interpelar por el otro, es aceptar ir a su encuentro sin proyecto y sin idea preconcebida, es, sin duda, y antes que nada, aprender a quererlo, a respetarlo por él mismo».
Tomando de manera chunga orígenes epistemológicos como este, el coaching, los coaching actuales en la era post-post-post, redefinen el acompañamiento eliminando una de sus características fundamentales descritas por Bruyelles. Esto es, ahora el coaching va al encuentro del otro no ya sin proyecto y sin idea preconcebida, ahora lo hace con un proyecto determinado, con una idea muy clara, con una misión, algo que en el fondo muestra su caracter de rentabilidad capitalista, y hace sonrojar a todas las buenas definiciones que nos hablan del bien acompañar.
De aquel Yo soy otro escupido poéticamente por Rimbaud antes de perder una pierna gangrenada por llevar todo su patrimonio en oro atado al cinturón en un país africano, se pudiera saltar al infierno son los otros, de Jean Paul Sartre, una de las cita más reverenciadas de uno de los filósofos menos recordados de hoy. ¿El otro y el yo cómo se ayudan? Ursula K. Le Guin, nos aterciopela esa duda con una respuesta llena no de verdad pero sí de insólita certidumbre: «Contar es escuchar», principio desde el que el yo y el tú se abrigan de generoso y marcado acompañamiento, o como aquel verso de Pedro Salinas: «¡Qué alegría tan alta vivir en los pronombres!», vivir, diríamos, en el tú y en el yo, y si me apuran, también entraría dentro de esta constelación relampagueante de citas, la que Catherine nos otorga aparte de a Heathcliff en las Cumbres Borrascosas de Bronte, cuando este le pregunta por qué le ama y ella le responde: Porque yo soy tú. Entre estas mimbres culturales y científicas se mueve también la Psicología Positiva actual o más bien las Psicologías Humanistas que otorgan un lugar muy especial al concepto de acompañar, a la palabra acompañamiento.
Existirían subapartados dentro de la psicología que pregona los buenhaceres del acompañar, incluidos en ramas tales como el Acompañamiento terapeútico, el Acompañamiento de apoyo y el Acompañamiento social. Carl Rogers habla del Acompañamiento de apoyo centrado en el cliente, que no en el paciente, dando así categoría de actor, protagonista de sus actos y no paciente, a la persona acompañada por el psicoterapeuta. También este autor da especial importancia en el Acompañamiento de apoyo, que bien pudiera ser también el acompañamiento social, a la presencia, la escucha activa, la aceptación, el respeto, la empatía, ese ponerse en la piel del otro, el hecho de empaparse de autenticidad, la congruencia y la difícil tarea de no juzgar. «¡No juzgueis!«, escribió y aconsejó André Gidé a aus acólitos.
En otra de las escuelas de psicología humanista que apuestan por el verbo y a la acción de acompañar, en la Psicología de la Gestalt, se da muchísima importancia al presente, al estar aquí y ahora contigo, al estar en el ahora y en el aquí tu a mi lado, sin rémoras del pasado, poniéndole coto a la Fantasía, a las huellas escabrosas de la memoria, esa actividad interna hecha de símbolos, esa realidad pasada e inventada continuamente que hereda cada generación de las anteriores y que acumula tanto entendimiento como obstáculos para reconocer lo que ocurre delante de nuestras narices, para empaparse de awareness, de anagnórisis como dirían los griegos, del darse cuenta de lo que pasa delante de uno mismo. Algo así, aunque en otra disciplina, en la psicoanalítica, como el inconsciente colectivo que teorizó uno de los hijos de Freud, Carl Jung. La psicología de la Gestalt aporta otro aspecto muy relacionado con el acompañar, la necesidad humana de realizar rituales, conexiones periódicas con el grupo, con el entorno social. En este aspecto el acompañar también abre mucho camino.
En fin, no se trata de hacer un recorrido pormenorizado por todas las disciplinas psicológicas que han hincado sus dientes en el concepto de acompañar pero sí de revelar que en la actualidad, dentro de los grupos de terapias y encuentros psicológicos en vigor, el otro y el yo desde el acompañamiento, tienen una presencia constante en nuestras sociedades como elementos salvaguardadores de la identidad, del bienestar, de la salud y de la felicidad incluso.
En el grupo poblacional al que nos dirigimos y para el que trabajamos, el colectivo de personas mayores, el concepto de acompañamiento está encontrando infinidad de acciones que lo ponen en práctica. Trabajadoras y trabajadores que tanto en Centros de Día, como en Centros Socioculturales de Mayores y en Residencias, hacen del acompañamiento, del encuentro cercano, respetuoso y directo con el otro, con la otra, un espacio compartido de ojos que escuchan y oídos que observan y que siempre, siempre, acarician y respetan al otro en su estar, en su profundo ser, teniendo muy presente que la edad es el fermento maravilloso del compañerismo.
**Nicolás Parra. https://www.ambitojuridico.com/noticias/etcetera/educacion-y-cultura/la-la-land-y-el-jazz.