El feminismo me parece algo muy sencillo. Igualdad de derechos ante la ley, igualdad de oportunidades e igualdad de salario por el mismo trabajo.
Bonnie Jo Campbell
Hay una esclavitud de la que a las mujeres no nos van a dejar librarnos, porque el sistema está cimentado sobre ella, la de estar en nuestro sitio, cumplir nuestro papel, hacer lo que se espera de nosotras: satisfacer necesidades y deseos ajenos. Cuidar y adornar. Sonreír y callar.
Irantzu Varela
Llegó setiembre como casi siempre, pero quizá un poco mejor que antier, con su impedimenta de proyectos, deseos buenos, ideas transformadoras. Llegó setiembre con un verano que renquea y dota de luz pura a esos largos atardeceres pintados de rosa, azul y amarillo, en medio de calles con gentío que se resiste al ocaso, con terrazas atareadas donde, ¡qué pena!, los hombres explican cosas aún, absurdo mansplaining, y las mujeres asienten sin escuchar mucho la plática de señoros que se las dan de importantes, pobres mojones a la deriva, austrolopithecus.
Llegó setiembre con novedades de toda índole y también con viejunos, incomprensibles e injustos retos arqueológicos que asesinan la obviedad y se resisten a desaparecer: la terrible realidad vergonzosa de las mujeres sometidas y ninguneadas de Afganistán y desgraciadamente en grandes partes del mundo, la lista infame de mujeres asesinadas en España en lo que va de año, ese señor que es Papa de algunas y de hunos e insiste carpetovetónico en negar el matrimonio a las parejas homosexuales, la indignación y la rabia por las agresiones a homosexuales y a mujeres, y… la brecha salarial entre mujeres y hombres. Por cierto, según datos de Emakunde, esa herida sigue ahí, como el dinosaurio de Monterroso, más o menos en unos ocho mil euros al año de diferencia en detrimento de las mujeres.
Llegó setiembre con hombres que dicen: no me enseñaron a tener la ropa y se ríen, con hombres que dicen: a mi no me digas nada porque yo ayudo en casa y se ríen, con hombres cuyo argumentario no centrifuga ni aguanta el ciclo rápido de una lavadora, con mujeres que cobran menos que ellos o nada y siguen aguantando al bestia de su marido.
Llegó este mes de las reentrés de todo tipo con su bolsa llena de pasados incomprensibles y tareas enormes por desarrollar, piezas del mundo que deben ser cambiadas y ajustadas de nuevo, diégesis hegemónicas que hay que desmantelar de manera rápida y partisana.
Llegó el mes de los tomates que enrojecen calientes en las huertas y huelen a vida, de los refractómetros que detallan la acidez en el jugo de las uvas que al poco se vendimiarán a mano. Llegó el mes, como escribió un poeta hace tiempo de cuyo nombre ahora no quiero acordarme, de los suicidios aplazados, de las pequeñas muertes olvidadas, de las nuevas vidas.
Llegó el mes de todo lo que nos queda por hacer todavía, los días y las jornadas de las listas, de los deberes, de los este año sí, porque, como bien dijera Carmen Laforet, de la que desde el 6 de setiembre se hacen cien años de su nacimiento, el año no comienza nunca en Enero sino en Setiembre.
Llegó el mes de ahora quiero hacer lo que no hice antes, el mes de esta vez sí que dejo este vicio o de dejo de ser de esta manera, el mes de las buenas intenciones que nunca llegan a mejores, pero con que se queden en buenas ya es un paso. Escaso, claro está. Hay que seguir apretando.
Llegó el mes de las utopías personales y de esas otras, aquellas que gritan al cielo y en la tierra son actos, las comunales por supuesto, esas mucho más y también, porque hacen más falta que nunca. Llegó el mes a su vez de los que no se proponen nada, ni a sí mismos, ni para los demás. La vida sigue igual, se dicen ellos en un monólogo interior aburrido y nefasto. Piensan, si a eso se le puede llamar pensar, que tiene que ser todo así, como siempre lo fue, porque siempre ha sido así. Dicen y peroran que no ha lugar, que para qué, mejor dejar las cosas cómo están, aseveran, que no hay que menealla ni enmendalla, que…, en fin, mejor no escucharlos.
Llegaron los días de las que siguen aprendiendo y también, como no, de los que siguen aprendiendo, que haberlos cada vez haylos más, menos mal. Llegó el mes que huele a grafito de lapicero y a papel blanco y a roble o pino de papalería antigua. Llegó el mes de los besos largos y de los abrazos cerrados que relamen un reencuentro, igual que las moscas se limpian las patitas y la boca.
Llegó el mes de las moscas, sí, también, aunque cada vez menos, les cuesta sobrevivir en nuestras ciudades, pero de vez en cuando se posan en nuestra epidermis como un dron de Philip K. Dick y nos hacen cosquillas. Las moscas de Machado, las inevitables, las golosas, las que nos evocan todas las cosas, las pequeñas que nos llevan hasta el spleen y hasta los hastíos de la juventud, hasta los librotes que se acaban en setiembre porque durante los meses de agosto no hubo tiempo, cuando en junio parecía que el verano iba a durar lo que un siglo.
Llegó el reseteo septembril, ¡Vaya dos palabros!, lo siento. Llegaron los cursos nuevos, la chavalería y el murmullo de las aulas, de todas, las de los colegios e institutos, las de las universidades, y los prolegómenos de las de los Centros Socioculturales de Mayores, ahora renombrados como BIZAN, con nuevas inquietudes y curiosidad, con empeños conquistables.
Y con este Setiembre, que es un mes camaleónico, porque lo mismo parece julio, que otoño, primavera o hasta un cubo de rubik, cada día se abre el cielo como le da la gana a las nubes, tan caprichosas como las moscas. Llegó, decía, con un nuevo y fantástico reconocimiento a Sirimiri Servicios Socioculturales, la organización de la que esta narrativa forma parte.
Sirimiri ha recibido hace unos días el reconocimiento como entidad colaboradora para la Igualdad de Mujeres y Hombres, por parte de Emakunde, el Instituto Vasco de la mujer. Enhorabuena a todas y a todos los que formamos parte de este equipo y a las personas que integran la Comisión de Igualdad: Rocío Quintano, Virginia Ruiz de Eguino, Carmen Escalada, Laura Ona, Elena Insua, Berenice Ortiz de Urbina, Elena Martínez, Asier Manero y César Marquínez.
*La imagen que ilustra este post pertenece a un cuadro de Ana Teresa Fernández titulado: “Asuntos Urgentes”