De alguna manera lo que expresa este héroe de la Iliada con estas palabras no es otra cosa que la siguiente: moriré joven pero dejaré un cadáver bello y recordable. Tres mil años más tarde, este pensamiento se convirtió con el romanticismo decimonónico y con el rock and roll de los setenta del siglo XX, en una pretensión alucinada de eternidad, y dotó a la época dorada de la juventud, de una característica que siempre ha estado unida a ella: la belleza.
La etimología de la palabra héroe bebe de multitud de fuentes latinas y griegas. En la Iliada se apoya en la etimología que surge de la palabra heros como estación del año, asociada a la primavera, así los héroes duran lo que dura una primavera, florecen y mueren, su belleza dura poco, como la de las flores. Comprobamos que también tiene relación con la palabra eros, con el amor del que surge un héroe, amor entre un dios y un mortal, de ahí la cualidad eterna que se le otorga al héroe obligado a morir joven y bello. Estas fuentes culturales han hecho que en nuestro inconsciente colectivo occidental, la juventud se asocie con la belleza, y la belleza se imbrique con la juventud. ¿Y la vejez, y la edad mayor, no son bellas?
Hoy en día, nuevos elementos se incorporan a un debate abierto en torno a las edades de la belleza o a la negación de la belleza asociada a una determinada edad. Francisco Mora, en su libro Mitos y verdades del cerebro, escribe:
La belleza no existe en el mundo que vemos, oímos o tocamos. No existe en nada de lo que nos rodea. El mundo no posee ninguna belleza; no es, en nada, una propiedad consustancial a él. La belleza es creada por el cerebro humano. Solo existe en la mente de los seres humanos. Es un prodigio del cerebro.*
Nuestro cerebro es el que construye la belleza. Bella y fértil afirmación. La arruga es bella. En la cultura posmoderna y tecnológica de estos años primeros del siglo XXI, se ha popularizado un concepto que, implantado a los objetos, revaloriza la estética de las cosas antiguas. Vintage. Es una palabra curiosa porque del francés pasa al inglés, y de ahí al resto de los idiomas como un término que irrumpe con fuerza. En francés se refiere a una cosecha, una vendimia, la añada que dota de valor a un vino de un año viejo. Esa valorización de un objeto de uso y de consumo pasa a otros objetos que recogen en la percepción que se hace de ellos la palabra vintage. Valor y belleza unidos. Gunter Anders en su libro La obsolescencia del hombre, nos advierte de la batalla perdida del ser humano del siglo XX frente a la tecnologización masiva. Es decir, la tecnología antigua o nueva es la que es bella frente al ser humano, esclavizado por la técnica. En esas estamos.
Habrá que refrescar los términos desde la percepción y sobre todo desde el saber que la belleza es el puzzle acabado que nuestro cerebro crea desde la educación, el gusto y la cultura. Algo subjetivo. Algo que nos dice que una mujer de ochenta años es tan bella a nuestros ojos como un hombre de veinte. Hoy no hay edad que jerarquice el concepto de belleza. Hoy a cualquier edad, podemos ser bellas y podemos ser bellos. Solamente hay que saber mirar, porque la belleza la crea tu mirada desde tu pensamiento. Es fácil. Y el gusto no es placer, es la gimnasia de tu percepción cuando es capaz de dejar a un lado la costumbre y de arrinconar los prejuicios.
*“Mitos y verdades del cerebro”, Francisco Mora, Paidós, 2018.
**”La obsolescencia del hombre”, Günter Anders, (2 volumenes), ed. Pre-Textos, 2011.