Lo bien mirado siempre es y será bello

28/01/2019

Habla con Zeus, le implora Aquiles a Tetis, a su madre. Intercede por mi ante él, insiste Aquiles. Y ya que tengo un destino breve, porque sé que viviré pocos años, que el adorador del rayo me otorgue una oportunidad para que mi honor se convierta en memoria de los que vendrán después de mi, viene a decir Aquiles, el de los pies ligeros.



De alguna manera lo que expresa este héroe de la Iliada con estas palabras no es otra cosa que la siguiente: moriré joven pero dejaré un cadáver bello y recordable. Tres mil años más tarde, este pensamiento se convirtió con el romanticismo decimonónico y con el rock and roll de los setenta del siglo XX, en una pretensión alucinada de eternidad, y dotó a la época dorada de la juventud, de una característica que siempre ha estado unida a ella: la belleza.


La etimología de la palabra héroe bebe de multitud de fuentes latinas y griegas. En la Iliada se apoya en la etimología que surge de la palabra heros como estación del año, asociada a la primavera, así los héroes duran lo que dura una primavera, florecen y mueren, su belleza dura poco, como la de las flores. Comprobamos que también tiene relación con la palabra eros, con el amor del que surge un héroe, amor entre un dios y un mortal, de ahí la cualidad eterna que se le otorga al héroe obligado a morir joven y bello. Estas fuentes culturales  han hecho que en nuestro inconsciente colectivo occidental, la juventud se asocie con la belleza, y la belleza se imbrique con la juventud. ¿Y la vejez, y la edad mayor, no son bellas?


Hoy en día, nuevos elementos se incorporan a un debate abierto en torno a las edades de la belleza o a la negación de la belleza asociada a una determinada edad. Francisco Mora, en su libro Mitos y verdades del cerebro, escribe:

La belleza no existe en el mundo que vemos, oímos o tocamos. No existe en nada de lo que nos rodea. El mundo no posee ninguna belleza; no es, en nada, una propiedad consustancial a él. La belleza es creada por el cerebro humano. Solo existe en la mente de los seres humanos. Es un prodigio del cerebro.*


Nuestro cerebro es el que construye la belleza. Bella y fértil afirmación. La arruga es bella. En la cultura posmoderna y tecnológica de estos años primeros del siglo XXI, se ha popularizado un concepto que, implantado a los objetos, revaloriza la estética de las cosas antiguas. Vintage. Es una palabra curiosa porque del francés pasa al inglés, y de ahí al resto de los idiomas como un término que irrumpe con fuerza. En francés se refiere a una cosecha, una vendimia, la añada que dota de valor a un vino de un año viejo. Esa valorización de un objeto de uso y de consumo pasa a otros objetos que recogen en la percepción que se hace de ellos la palabra vintage. Valor y belleza unidos. Gunter Anders en su libro La obsolescencia del hombre, nos advierte de la batalla perdida del ser humano del siglo XX frente a la tecnologización masiva. Es decir, la tecnología antigua o nueva es la que es bella frente al ser humano, esclavizado por la técnica. En esas estamos.


Habrá que refrescar los términos desde la percepción y sobre todo desde el saber que la belleza es el puzzle acabado que nuestro cerebro crea desde la educación, el gusto y la cultura. Algo subjetivo. Algo que nos dice que una mujer de ochenta años es tan bella a nuestros ojos como un hombre de veinte. Hoy no hay edad que jerarquice el concepto de belleza. Hoy a cualquier edad, podemos ser bellas y podemos ser bellos. Solamente hay que saber mirar, porque la belleza la crea tu mirada desde tu pensamiento. Es fácil. Y el gusto no es placer, es la gimnasia de tu percepción cuando es capaz de dejar a un lado la costumbre y de arrinconar los prejuicios.



*“Mitos y verdades del cerebro”, Francisco Mora, Paidós, 2018.

**”La obsolescencia del hombre”, Günter Anders, (2 volumenes), ed. Pre-Textos, 2011.

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