El séptimo arte no es muy fecundo a la hora de parir historias de personajes que superen los sesenta años. No es algo habitual, ¿Falta de costumbre?, ¿Precepto inamovible?, ¿Prejuicios?, ¿Estereotipos desfasados? La sociedad en la que vivimos, en contadas ocasiones permite que las historias que la representan, cuestionan, problematizan y/o adormecen, estén protagonizadas por mujeres y hombres que enfoquen problemáticas y conflictos fuera de los años de la adolescencia, de la juventud o de la madurez.
Hay actrices que han criticado la ausencia de papeles para intérpretes mayores, tanto o más que la ausencia de papeles para mujeres de cualquier edad y condición. Emma Thompson, 59 años, la actriz de “Peter´s friends”, entre muchas otras, en el estreno de su última película, “The children Act”, donde interpreta a una jueza, dijo que faltan papeles para actrices mayores.
El director de la agencia A6 Cinema, revista Papel de El Mundo, afirma que
A los personajes masculinos les bajan las edades de sus parejas en la ficción
Berta Ojea, la Ofelia de Mortadelo y Filemón, y secretaria de Igualdad de la Unión de Actores y Actrices, expone,
Las historias de mujeres de más de 40 años por alguna extraña razón tienen fama de que interesan menos que las de los hombres” ¿Podemos descubrir cuál es esa “extraña razón?
“Es la economía, estúpido”. Aquel mantra que propició la victoria electoral de Bill Clinton en el año 1992 frente a Bush, podría aplicarse a esta cuestión, a esta extraña razón. Es la comercialidad, la rentabilidad. Hay cosas de las que es mejor no hablar porque no dan dinero. Pudiera ser.
En el fondo no sabemos muy bien a qué obedecen estos patrones de representación en el cine. Aquellos que vetan a personajes de una determinada edad en sus dramaturgias. Pero podemos avanzar alguno de los que se nos ocurren. Es como si el cine quisiera perpetuar de manera fantasiosa el mito del extraño elixir de una juventud eterna.
En muchos casos la cinematografía mundial actual opta por las etiquetas de “para todos los públicos” a la vez de por las etiquetas de “entretenimiento, disfrute, diversión, aprendizaje, conocimiento social”, y se entiende o se da por hecho, más bien la industria del cine es la que lo sobreentiende, siempre claro a causa de razones comerciales, que las historias que generan el tipo de evasiones hedonistas en el cine que entienden quiere ver el público actual, son aquellas en las que los héroes, heroínas y antihéroes todavía navegan en los procelosos mares de la juventud alargada, en esa comarca que va desde la línea de sombra conradiana hasta los predios de los entornos de la jubilación.
El ya no valgo para nada porque ya no trabajo, porque ya no soy socialmente productivo, ese aserto como convención social, una norma hegemónica e interiorizada hasta hace bien poco en nuestras sociedades capitalistas occidentales, antes de la semantización del envejecimiento activo, claro está, pudiera ser también un condicionante a la hora de valorar el escaso número de papeles de personas mayores, para actores y actrices mayores en el cine. Otro aspecto a tener en cuenta bien pudiera ser la edad de las personas que en una gran mayoría acuden al cine, edad comprendida entre los diecisiete y los cincuenta años. En fin, obstáculos contra los que se puede pelear. Colocamos aquí una lista de películas que tratan de revertir esta tendencia. Largometrajes en los que personas mayores hacen temblar los estereotipos, ese sistema de creencias viejuno que nos impide ver como realmente son, a las personas a las que la edad dotó de una experiencia llena de riquezas envidiable.
Solas, Benito Zambrano.
Vacas, Julio Medem.
Una historia verdadera, David Lynch,
3 generaciones, Gaby Dellal.
Vivir sin parar, Kilian Riedhof.
Lugares comunes, Adolfo Aristarain.
Corazones rebeldes, Stephen Walker.
Amor, Michael Hanecke.
Cuentos de Tokio, Yasujiro Ozu.
Vivir, Akira Kurosawa.
En lugar del sr. Stein, Stéphane Robelin.
En el séptimo cielo, Andreas Dresen.
Petra, Jaime Rosales.